El Drogas, de Natxo Leuza (2019)

“Cuando me pongo derecho la vida se me tuerce”

Enrique villareal, “el drogas”

El Drogas” cuenta con frases tan demoledoras como la anterior, cosa que no debería sorprendernos, ya que si por algo se ha caracterizado Enrique Villareal “El Drogas” desde sus primeras canciones fue por sus letras de un lirismo descarnado, que solo han ido limándose con los años sin por ello perder nada de su crudeza.

Este documental es necesario, sobre todo porque en una época de culto a lo estético, a lo inmediato, a lo superficial, nos habla de valores. Lo que narra no es el ascenso de un compositor y cantante único, sino las circunstancias sociales que le acompañaron en el viaje, tan entrelazadas en su propia historia como los hilos en una telaraña.

Los acontecimientos que suceden el año del nacimiento de una persona, nos cuenta el narrador mientras recorremos planos acelerados de las efemérides de 1959, marcan nuestra personalidad. La revolución cubana, Franco inaugura el Valle de los Caídos. El nacimiento de ETA. Los Estados Unidos entran en Vietnam.

Sea verdad o no, está claro que las letras y ritmos de Barricada siempre han bebido de los acontecimientos y el entorno del barrio obrero de la Txartrea, de donde procede Enrique Villareal El Drogas. Mediante una combinación potente de imágenes de archivo, hemeroteca e ilustración, la voz rasposa característica del Drogas nos sumerge en la historia viva del rock vasco, indivisible en aquella época del tejido social de los integrantes de Baricada, que pasaban sus días en “cuadrillas que eran más bandas que cuadrillas”, como recuerda Enrique con una media sonrisa. En la pantalla, imágenes del Ace of Spades the Motörhead y la bruja Avería se suceden a recuerdos vívidos de la tipografía de los Sex pistols.  Los electroduendes y chalecos con parches. La entradilla del 1,2,3 se superpone a cargas policiales letales en la plaza de toros de Iruña. Y por supuesto, barricadas. 

Explosiones que suponen ideas, ilustraciones en cuatro trazos repasando al personaje del que se habla. Con muy pocos recursos provenientes de la cultura rock de barrio de los 80 -recordemos que Barricada nació y consiguió su mayor crecimiento del 82 al 84- repasamos a sus integrantes, sus interacciones con otros estilos que se desarrollan en la época, como son el punk y el glam, y nos sumergimos en la historia de un mito de carne y hueso.

Del punk le viene el no olvidar que viene de la Txartrea. El ruido. La capacidad de no tomarse demasiado en serio, sin olvidar sus orígenes. “Los vascos eran más duros que los madrileños”, nos dice Cristina Rosenvige, con su sempiterna voz de niña rebelde de familia bien. Del glam, la puesta en escena, el sentido del espectáculo. El escenario como tal: el saberse héroes, el jugar con los tempos, con la masa vibrante y caliente que supone el público. Más espectáculo que Rosendo. La creación de un personaje que llevaría el peso del grupo hasta 2009, justo tras la salida de La tierra esta sorda, en la que la reivindicación se convierte en un ejercicio de memoria histórica. Un recuerdo de todas las víctimas asesinadas y tiradas en cunetas. Torturadas, violadas y asesinadas. Esta vez, sin forzar la voz, pero sin dejar de ser el Drogas, nos narra, con el lirismo de un Verlaine de barrio, la historia de una de ellas.

En esa voz potente y rota consigue renacer transformado en un compositor lírico, capaz de una ternura infinita que confía en la historia que está contando, consciente de que ya no necesita gritarla para convencer, que basta con presentarla apoyado en una guitarra

Finalmente, la reconstrucción. El cambio, que nunca es fácil, y que solo otros grandes como Lou Reed o David Bowie han conseguido, y que ya vislumbramos en 2009. Esa voz potente usada para protestar mediante la narración casi pura, y que abre heridas que ni siquiera sabíamos que estaban ahí.

Ese plano secuencia final era necesario. Porque en una época en la que todos los grandes tienen su propio documental sin haber trabajado ni un porcentaje de lo que ha hecho Enrique, ese túnel a la salida del concierto era algo que necesitaba hacerse desde hacía tiempo. Se lo debíamos.

CRÍTICA DE IZASKUN MONTES IRIZAR

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