Zinegoak 2020: + de mil maneras de ser/sentir/amar/vivir x Izaskun Montes

port authority (danielle lessovitz, 2019)

Zinegoak 2020

El festival Zinegoak siempre se ha centrado en las diversas maneras de ser y amar, que sabemos que cubren un amplio espectro. Ese lema que nos habla de más de mil maneras nos recuerda que nuestra sexualidad, o nuestro amor, no es lo único definitorio de nuestro ser, o de nuestra identidad sexual. Hay tantas formas de mar como de vivir, y todas ellas componen lo que somos como individuos.

De estas distintas formas de amar nos habla Port Authority, de Danielle Lessovitz (2019). Paul llega buscando a su hermana a una New York hostil y ruidosa, brutal y fascinante, como una canción de Lou Reed. Ese “¿con quién has venido?” de Mother McQueen es un reflejo exacto del “Chasing our women around?” en Waiting for my Man de Reed.

Y siempre, la música. El Vogue como salvación, como forma de apropiarse de un espacio que la sociedad niega cuando la propia identidad no coincide con lo que dice en un papel. Es imposible ser invisible bailando así, resplandeciente, brillando fuerte en una pasarela pero también en cualquier otro espacio disponible. Cada una de las bailarinas lo da absolutamente todo de una forma excesiva, versallesca, porque el mañana es incierto, y cada noche podría ser la última.

En lugar del encuentro que esperaba, Paul encontrará una violencia absurda dirigida contra todo lo que se salga de las normas, aunque también amor. Un amor casi adolescente, sensual, basado en el contacto de piel contra piel. Casi podemos verlo nacer cuando Wye, con una ternura indecible, escribe su nombre en el brazo de Paul, o coloca un parche de nicotina en su piel desnuda, que éste intentará pegar junto a su corazón cuando finalmente se acabe cayendo.

Un amor tierno, intenso y devorador. Eterno, hasta que Paul, ciego a todo excepto a su belleza salvaje, descubra que su amor es una chica trans. “No soy gay”, le protesta a una Wye atónita, que le responde que no se siente atraída por los hombres gay. Para ella es imposible que Paul no haya podido ver lo que para ella salta a la vista. Su familia, su entorno, sus amigas,… Todo en ella habla de su identidad de forma clara, aunque no para Paul, bloqueado en un mundo binario en blanco y negro. No quiere que le vean como algo que no es, concluye Paul, genuinamente asustado de que su familia escogida lo repudie, con el castigo que implica. Aterrado de verse abandonado una vez más.

Porque contra todo lo indefenso o lo solitario, y hay mucho de eso en la ciudad, se crean familias de acogida más o menos protectoras, más o menos rígidas en lo que a reglas de comportamiento se refieren. Y si Paul tropieza con un grupo que se defiende del exterior siendo más agresivo, más violento y más intolerante que cualquier atacante que puedan encontrar, Wye vive entre hermanas, con una madre que les protege de la violencia, que intenta evitarles todos los problemas que pueda, que les da un propósito y un espacio propio. Porque fuera, la ciudad está llena de peligros para sus niñas. Y como ella misma dice, “puede que parezca un padre, pero soy una madre”.

Así, y tras la aparente ruptura de Paul y Wye, el primero busca refugio en la casa a la que Wye pertenece. Allí ha visto la ternura, amor, y protección que no ha vivido en su familia biológica ni en la galería de familias de acogida. Ha vivido una aceptación y un apoyo real de las identidades que comportan la casa, hasta la novísima Chico Blanco Hiperrealista que propone Paul cuando se presenta a las pruebas de entrada. Indefenso y vulnerable. Mucho más perdido que cualquiera de los demás aspirantes. “¿Qué esperas de la casa?”, le pregunta una sonriente Mother McQueen. “Preocuparme por la gente que me importa, y que la gente que me importa se preocupe por mí”. 

Amor. Tan simple como eso. Paul busca lo que todos buscamos, lo que todos queremos, y el final de esta película nos hace ver precisamente eso. Nos llega mucho más amor del que pensamos, y afortunadamente, Paul acaba aprendiendo que puede venir de muchas formas distintas, de muchas identidades distintas. El propio ser no puede definirse por la persona amada. El amar a Wye no puede definir a Paul más que su piel, o su color de pelo, y el que acabe por darse cuenta es el mejor final que podría tener esta pequeña joya.

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