Festival Online de Mujeres de Cine 2020: RÊVE DE MOUSSE (Paul Ormaetxea)

En el I Festival de Cine de Mujeres se está proyectando estos días el documental RÊVE DE MOUSSE, debut en el largometraje de la directora Elena Molina. “Rêve de Mousse” es el nombre de un viejo barco de pesca francés que, tras rehabilitarlo, debe partir rumbo a Haití, para que lo utilicen los pescadores Haitianos. Al capitán encargado de la travesía se sumarán en este viaje tres titiriteros catalanes y la propia Molina, tripulantes novatos para esta odisea marina cruzando el Atlántico.

El film arranca con un prólogo explicando el motivo del viaje, con la voz en off de la propia directora y ayudándose de material de archivo (informativos franceses que se hacían eco de la aventura). La auto-inclusión de Elena Molina en la narración nos da también sus propios motivos para documentar este viaje y la forma en la que le gustaría hacerlo. Con los títulos de crédito, cambia el formato de imagen así como el color, que pasa a ser blanco y negro, la voz en off deja de ser la de Elena (y pasa al francés, por supuesto) y el texto se vuelve más poético; un intento de estilización, de elevar el relato y ponerlo a la par de la idea romántica, idealizada, de un viaje cruzando el océano.

Sin embargo, muy pronto, la realidad golpea. La cámara se tambalea en el interior del barco, las voces nerviosas de los inexpertos tripulantes se cuelan en unas imágenes que no encajan. El ideal se disipa y así, la apuesta formal prevista no tiene sentido. Es el primer indicio de que más allá de una boat-movie de aventuras que se podía presuponer (y que en parte, sigue siendo), nos encontramos ante una película, por encima de todo, política.

A partir de aquí, la directora se limita a filmar el día a día en el Rêve de Mousse; la pesca, los problemas mecánicos, el aprendizaje constante de la vida de marinero. Los momentos de tensión, la angustia de estar encerrados, el ruido constante (del motor, del oleaje contra el casco), las pequeñas batallas ganadas, y las paradas obligadas (y agradecidas).  Todo ello sin dramatizaciones de ningún tipo. De no ser por la inclusión ocasional de la voz en off reflexiva de la directora y por el uso, muy puntual, eso sí, en esta parte central estaríamos ante un documental puramente observacional, que es posible que a más de uno se le indigeste.

Merecerá la pena, en todo caso, no abandonar el viaje, pues es en su parte final, cuando el largo viaje llega a destino, cuando la dimensión política de la película crece o, más que crecer, se hace explícita. Y lo más interesante, lo hace sin ofrecer (ni pretenderlo) respuestas o, en cualquier caso, dudando de ellas. Es la propia voz de Elena Molina, cuestionándose, primero, la validez y el sentido del propio viaje, una vez acabado. Y, con ello, inevitablemente, cuestionando el propio relato y su validez. Y esa última pregunta, antes del epílogo, la que resonará en el espectador aun días después de ver el film, es la que hace que este pequeño documental merezca, al menos, un visionado.

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