Atlántida Film Festival 2020: PINK WALL (Jeannette Enara Diaz)

Seis años de una relación contada en 85 minutos. Así es, PINK WALL del director galés Tom Cullen. Los actores Tatiana Maslany y Jay Duplass dan vida a la pareja principal de la película.

Una pareja que pasa por todos los estados y/o momentos sentimentales posibles, tanto en la intimidad como entre amigos o familia. Todo se muestra ante la cámara (incluido los pensamientos, en cada una de las miradas, gestos,…) Incluso, todo está empapado por la mágica mirada de su director.

La mirada con que mira esta historia, Tom Cullen y la buena interpretación de sus protagonistas hacen que la película, sea interesante de ver e incluso de analizar. Un modo diferente, de mostrar al espectador algo, que se va desarrollando en un tiempo demasiado largo para poder meterlo en una película de 2 horas. Solo nos muestra lo que tenemos que saber y ver, para hacernos la idea general de la historia. Y eso es de agradecer. Porque el querer mostrar todo, puede llevar a mostrar demasiado o de más. Dejando al espectador con ganas de “meter tijera” en muchos momentos.

Los planos son uno de los elementos destacables. Como se puede ver, en la mayor parte de la película, sólo se utilizan planos muy cerrados o Primeros o Medios Planos. Así, consigue que el espectador centre la mirada en los personajes y no se distraiga con lo que ocurre o hay alrededor de ellos. Eso cambia al final, con ese plano de los dos protagonistas en el monte. Uno frente al otro, pero con cierto espacio entre ellos. Como si quisiera mostrar, que la cercanía que había al principio, ya no existe.

La música es otro punto fuerte. Sin la música perfectamente creada para cada momento, es posible que las secuencias no serían lo mismo. Perdiendo la magia y el sentimiento que tienen esas imágenes. Sobre todo, en la parte del flashback o cuando Cullen, nos muestra como se conocieron y se enamoraron.  Imágenes oscuras, llenas de luz, gracias a cada una de las notas que componen la banda sonora.

El director sabe de una manera excepcional, cuando meter la música sin que perjudique a la escena o el sentimiento que se está generando en los planos. En muchos de los planos, las palabras y la interpretación, son suficientes para hacer llegar al espectador, de una forma verídica, lo que sienten los personajes, además del sentimiento o energía de la escena. Por ejemplo, sin hacer mucho spoiler, la última secuencia. En toda la conversación, no hay apenas música. Las primeras notas comienzan con las últimas palabras en Primeros Planos (mostrando las expresiones faciales de los dos protagonistas). Desde esos Primeros Planos, pasa a un plano más amplio en donde vemos lo lejos que están uno del otro. Todo con unas simples notas, que acaban formando la banda sonora final y unen esa secuencia, con el inicio de los momentos en el que el amor está floreciendo entre ellos.

El amor, como una planta, hay que cuidarlo. No se sabe, si los protagonistas conseguirán al final que su planta siga radiante o se habrá marchitado para siempre. Solo queda esperar ver el descenso de la montaña. Porque, al final, sí que parece un viaje. El inicio en la discoteca y el final, parece que fuera el camino hacia la cima del monte. ¿Ahí acabará todo?

Al menos, hemos tenido la oportunidad de viajar a través de sus sentimientos. Como decía la escritora Jane Austen: “Hay tantas formas de amar, como momentos en el tiempo”. Y gracias a Tom Cullen, podemos disfrutar del amor de dos personas, en 85 minutos.

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